Revista Literaria Ceniza #1

De mínima decencia

A un poema, queridos amigos,

colegas, compatriotas

a un poema, por favor,

no olviden darle un nombre,

como tampoco olviden nombrar a sus hijos.

Ellos, tal como sus textos,

necesitan saber quienés son

y cómo sus amigos, desde la lejanía,

los pueden llamar a jugar

o cómo sus abuelas les gritarán

cuando la comida esté lista.

Nuestros poemas, humildes,

virtuosos o malcriados,

engreídos e idiotas,

no importa la actitud

que tengan frente al mundo,

tienen el derecho a recibir un nombre,

y si es necesario, también,

un entierro digno.

¡Regalen!, queridos contertulios

regalen sonido, ese sonido

que bautizará a sus criaturas,

crianzas, crisantemos, cri cri cri,

como hace el grillo.

Regalen esos sonidos

que los hacen pertenecer al mundo

con el cual los podemos buscar

si están perdidos o los podemos encontrar

si están heridos y los queremos eliminar

por mera misericordia.

Déjenlos inacabados —qué más da—

pero nunca desnudos, sin nombre

no los manden a la fosa común

junto a otros miles de "sin título":

los "NN" de los poemas,

apilados unos sobre otros

sin honor, ni decencia

humillados, maltratados

como restos de vergüenza.

Denle un nombre, aunque sea feo

—si lo quieren poco, o quieren

desquitarse con algún inocente—

pero nombrar es un poder

es el poder de los sin poder

es darle identidad a lo inédito

es apreciar un poco el sudor

ni siquiera el talento

ni tampoco la belleza

es ser agradecido con ese parpadeo

que salió de nosotros sin padre

dejando un espacio libre

en nuestras cabezas, liberándonos

de sí mismo, de manera altruista.

Nombren, ¡titulen sus poemas!

es valorar y subyugar, ¡Y sí!

Eso también se tiene que hacer

así cuando las ideas se traducen

pasan a arrojar sombras coloridas

si las exponemos al sol correcto

y a herir superficies inexpertas

si los expulsamos con la fuerza del dolor.

Ese poema sin nombre

—podrá no ser nadie— y quizás

su único logro, con suerte,

sea besar una oreja desprevenida

pero ¡dale nombre a tu hijo!

para que lo puedas reconocer

cuando estés en tu lecho de muerte

y venga a despedirse de ti,

antes de desaparecer para siempre

antes de eso, dale un nombre

así le podrás reconocer lo aprendido.

Aunque no lo quieras, dale un nombre.

Aunque no quieras, siempre será tuyo.

Aunque no lo quieras, dale un nombre.

Aunque lo niegues, siempre y por siempre

habrá salido de tu vientre.


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