Autores II es una antología poética que reúne el trabajo de veinte poetas de distintas latitudes que convergen en esta publicación muy cuidada realizada en Madrid.
Poemas publicados:
El cerro
Nos habíamos amado tanto
Cuando fui eterno
El peso rotundo
Alicaído
El cerro
Bajo el cerro, un cerro entre muchos cerros
rodeado de mas cerros y otros cerros.
Tiene una calle única flanqueada por tinajas,
malezas ordenadas y bien podadas.
Camino por la calle cuesta abajo
paso mis dedos por las ramas cortas
y me robo las espinas invisibles
que me recordarán por siempre
el dolor que llevo conmigo.
Camino ligero, con los pies en la tierra,
estos días tengo prohibido flotar.
Me mantienen terrestre mis bolsillos
llenos de arena de playas anteriores,
de conchas de locos con restos de cigarrillos,
recuerdos de chapuzones ondulados
y culpas encalladas en mis costas.
Bajo el cerro impulsado por mi peso
hacia ese valle sumergido
en un otoño de hojas negras de carbon
y gotas de cristal transparente
que se quiebran y resuenan como
las campanillas de las casas de campo,
que menea el viento gentil del verano.
Las hojas se tocan y se quiebran,
se mueven sutiles y las gotas de cristal
que hierven con el sol de medio día
se derriten, se ablandan, se pegan entre si,
las unas con las otras como hilos de saliva,
creando una trama, una telaraña,
figuras de celosías árabes líquidas
que atrapan a desprevenidos y a insolentes
y arrojan la sombra que delinea mi camino.
Bajo el cerro, el valle se inclina
la pendiente me sorprende y me hace dudar,
busco respuestas en el cielo silencioso
el pavimento responde con geometrías
que indican como he de caminar
en esta avenida petrificada, esculpida por
guirnaldas malditas que se mecen
sobre mi cabeza, que dictan la ley,
y cómo he de moverme para no sucumbir.
Miro el final de la calle, veo mi destino
intento correr, vomito vientos huracanados,
camino solo en este sinsentido
una nube hace penumbra, una pausa,
desaparece la sombra del sendero
intento orientarme, miro el final de la calle
veo el siguiente cerro, me pongo en marcha.
Nos habíamos amado tanto
Nos habíamos amado tanto.
Tanto que para estar juntos
borramos los sueños que
se interponían entre nuestras manos.
Eliminamos los imposibles
porque nos arrebataban el éxtasis.
Porque los sueños eran menos,
menos reales que unirnos
en un eterno ahora,
un ahora que nos llevó a mirarnos
y nos vimos y no pudimos dejar de vernos.
Ni en los sueños, ni en el cielo,
vernos siempre y nos fuimos
a caminar por la vida de inmediato
y nos encontramos en lo oscuro,
y tuvimos miedo,
y seguimos juntos,
y no nos vimos en aquella oscuridad
y no quisimos no vernos mas.
En la oscuridad estrechamos nuestras manos
aprendimos a caminar a tientas
a oscuras, juntos, sin vernos,
solamente con nuestro tacto
y con nuestro aliento.
Cuando fui eterno
Cuando fui eterno
lo fui sólo una vez
ser eterno, sólo un momento
es el instante mas largo
como volar al saltar.
Ser eterno sólo un instante
es todo lo que se necesita
para hacer llevadero
el peso del dolor
y el grueso de la vida.
Cuando fui eterno
quise morir de alegría
quise morir de amor
quise que esta eterna dicha
acabara de una vez.
El peso rotundo
El peso triste de mis cejas
hace que mis ojos se cierren
y mi que cráneo se los trague.
El peso triste de mis ojos
presiona mi cara de arcilla húmeda
la aprieta, la deforma,
la derrite, la desmorona,
la desmembra, la cercena,
la machaca y la destruye.
El peso triste de mis ojos
es insostenible
horadan mi cabeza hasta perforarla
y mis ojos de plomo caen
caen, caen, caen y caen,
caen en caída libre caen,
dentro del vacío en mi caen,
mis ojos de plomo caen,
esféricos caen ciegos,
rotundos caen,
caen como saetas petrificadas
sobre el centro de mi alma
la quiebran como una laja
transparente, inservible,
que ya nada soporta
ni el aire sobre ella soporta,
el aire es insoportable y caen
como mi existencia caen
como mis ojos caen
caen, caigo y sigo cayendo.
Alicaído
Ayer alguien dijo alicaído.
Y así, como un pájaro grande
parte alado, parte herido,
es como este tiempo último
recurrentemente me he sentido.
A veces inmenso, a veces fallido,
batiendo mis alas de viento
es como limpio mi nido
y acurruco a mis polluelos,
cuando con sigilo cae el frío.
Truena mi garganta en un alarido
como cuando ataca un siniestro
reacciono fuerte, pero sin sentido
peligran inocentes, también maestros
por eso camino por la vida alicaído.
*